Tras Bastidores

05.06.2016

Por Eugenia Viña.

En su nueva muestra, Ensayo general. Parte I, Paula Otegui se propone una ruptura con el lenguaje plano y bidimensional de la pintura y ofrece una constelación de piezas tridimensionales con materiales diferentes e inesperados. Para Otegui, el espacio y los soportes de la pintura, como la tela, el lienzo o la madera, modifican no sólo el tiempo sino también la historia que se está contando.

Entre otras Cosas: Instalación Medidas Variables, Acrílico sobre Papel, 2015
Entre otras Cosas: Instalación Medidas Variables, Acrílico sobre Papel, 2015

Tenía dos años cuando nació quien sería su única hermana, Maja. Al ver a la recién nacida, se alejó desilusionado, preguntando por qué la beba no tenía ruedas. El pequeñito que vivía fascinado con las brújulas, las máquinas y el mundo de la sincronicidad de los relojes, sería reconocido por la revista Time como el personaje más influyente del siglo XX cuando tenía 72 años y con sus canas despeinadas se reía de todo. Albert Einstein había cambiado el universo, a través de su teoría de de la relatividad, demostrando que el espacio es una medida del tiempo.

¿Qué es, entonces, la materia? La física cuántica dejó el terreno fértil, pero lejos de las fórmulas abstractas y frías de las teorías científicas, la artista visual Paula Otegui se hace las mismas preguntas a través de sus obras, experimentando desde hace unos años las posibilidades de los distintos formatos para averiguar si las superficies tienen tiempo. Sus pinturas están compuestas por escenas superpuestas, fragmentos de la vida diaria o situaciones de la historia donde la narratividad de la figuración se ve fragmentada, con saña y con placer, entre cataratas de vegetación y selvas de sombras.

En la exposición Ensayo general. Parte 1 la artista da un paso más y rompe con el lenguaje plano de la pintura, con la bidimensión, proponiendo una constelación de piezas tridimensionales en las que tira de algunos hilos -recortes narrativos- para metamorfosearlos bajo otro cuerpo, como si el pedacito de un alma transmigrara a otro ser, eclipsando toda certeza sobre las apariencias en el espacio y sus posibles personalidades.

Como afirma en la memoria conceptual de la muestra: "Esta propuesta consiste en presentar un conjunto de obras en las que desarrollaré la idea de espacio, mediante la interrelación figura-fondo, bidimensión-tridimensión, y superposición. A partir de estos conceptos intento cuestionar las formas que utilizo habitualmente para la expresión pictórica, para establecer nuevos vínculos espaciales entre las capas que se manifiestan en las obras y de éstas con el entorno espacial y el espectador."

Hace unos años Otegui sintió la necesidad de romper con ese territorio ya conocido de la pintura, para abrir el juego hacia la escultura y la instalación, experimentando con materiales desconocidos que continúen con sus cuadros, pero encarnados en otros cuerpos, guiada por la sospecha de que el espacio y los soportes que lo habitan (la tela, el lienzo, la madera) modifican no sólo el tiempo sino también la historia que se está contando: "Me empecé a cuestionar qué pasa si no busco contar un cuento sino que cuento un pedacito más pequeño, ver si funciona, si sigue funcionando para el que mira, o ambas cosas." Bajo esa pregunta, el ensayo comenzó y las telas, los papeles y las maderas encarnaron en módulos de distintos tamaños, intervenidos pictóricamente, impulsando el movimiento de la tela, que se tuerce, se pliega, esconde o revela, y cuelga a diferentes alturas, habilitando múltiples posibilidades de montaje.

En Poncho, decenas de retazos de papel, tiras pintadas con acrílico, arman una escena compuesta de lo que podrían ser retazos de pinturas en los que lo narrativo -si es que persiste- se configura a través del corte, el vacío, y la nueva configuración que propone la mezcla y superposición de las formas que nacen a partir de ella. No hay fondo, no hay figura. Hay un cuerpo que, dependiendo de donde nos situemos, podría ser un colorido abrigo, un corbatero extraño o simplemente una maraña de tiras de pintura con la gracia y la potencia de una serpiente.

¿Qué es la pintura si la quitamos del bastidor que hace de ella una ventana? Una vez más, la pregunta por la relación entre el espacio y el tiempo.

En la instalación Experiencia 1 y en la obra Entre otras cosas la relación entre materia y contenidos se instala entre telas que como empapelados saturados de significados empujan al espectador en búsqueda de algún horizonte que permita respirar. Flores, pájaros, logos comerciales, sombras, alas rotas, hojas como garras, personas como fantasmas, hombres como monos y mujeres diminutas, de espaldas, buscando con sus polleras y en sus borcegos, alguna capa, algún camino que permita emprender otro viaje, trazar otro mapa en alguno de esos mismos territorios.

En la exposición (cuyas obras nacieron del proyecto de investigación "Ensayo general" otorgado a la artista en el 2015 por el Fondo Nacional de las Artes) profundiza su experimentación con los cambios de soportes, construyendo y deconstruyendo superficies. La geometría, en los módulos de madera, parece dar respiro entre tanto pliegue del tiempo, gesto en el que intencionalmente nos sumerge la artista: "Este proyecto es de voluntad reconstructiva, ya que también pretende transitar un lenguaje fronterizo, saliendo de la bi-dimensión, en la búsqueda de otro orden, organizando el conjunto a partir de una estructura fragmentada compuesta por la superposición de capas visuales, suscitando la desestabilización de los planos pictóricos. Las pinturas serán el soporte para establecer las narraciones, proponiendo un recorrido por la existencia de todas las cosas en su conjunto. Con la intención de reunir una constelación de piezas y de hacer foco en las relaciones entre los elementos. Estas obras demandan un nuevo ámbito donde interactuar, como actores en un ensayo general, planteando la imagen del mundo como un escenario que ilustre la afición a lo teatral de la condición humana."

Quién sabe. Tal vez en el fragmento de una pintura o en un armazón que revela la ilusión de toda estructura, haya tanta verdad como en una teoría científica. Aunque en este caso no sea demostrable. El pensamiento y la duda no son cuantificables. La belleza y el desconcierto tampoco. Pero hay una pista: la energía, la masa y la luz, nos enseñó Einstein, son indisociables.